"Cuando el análisis sintáctico acaba siendo un fin en sí mismo, y su utilidad parece limitada a su capacidad, dado su carácter mensurable, de establecer “niveles” de excelencia, es que no vamos por buen camino. Y, sin embargo, no parece que debamos tirar por la borda de las aulas de secundaria, sin más contemplaciones, la reflexión gramatical. Pese a las muchas controversias que la cuestión suscita, tal vez podamos estar de acuerdo en que son cinco al menos los ámbitos en que su conexión con la mejora de las destrezas comunicativas del alumnado parece evidente: la revisión –y corrección- de sus propias producciones escritas; la detección y resolución de algunos problemas de comprensión lectora; el aprendizaje de segundas lenguas (o terceras, o cuartas...); la mejora de las habilidades conversacionales (algunas de ellas ya exploradas en los cursos de resolución de conflictos); y el análisis crítico de todo tipo de mensajes, a fin de detectar los usos manipuladores del lenguaje y todos aquellos que supongan juicios de valor de corte sexista, clasista, racista, etc.Las páginas que siguen intentan ejemplificar cómo se puede orientar la reflexión sobre la lengua hacia este último objetivo, el análisis crítico de los discursos, y aunque en él nos limitemos al análisis de titulares de prensa, nos ayudará a constatar que la única sintaxis posible es aquella de base semántica, y que la elección de una estructura oracional u otra, de unas palabras u otras, depende no sólo de factores contextuales sino también, y en no menor medida, de cuanto tiene que ver con los aspectos enunciativos: cómo se sitúa el emisor ante la realidad que presenta y qué efecto quiere provocar –y provoca- en el destinatario."
Estas
palabras pertenecen a un artículo que escribí hace ya algunos años
y que fue publicado por la revista Cuadernos de Pedagogía (nº 409,febrero 2011). Me vino a la cabeza la semana pasada al hilo del
análisis comparativo de las portadas de prensa relativas a la victoria de Donald Trump de que daba cuenta en una entrada anterior.
Mi alumnado de 4ºESO, que había tratado
de ajustarse a los pretendidos criterios de objetividad e
imparcialidad que asociamos a los géneros periodísticos
informativos en la actividad que les propuse de elaboración de sus propias portadas, quedó un tanto
desconcertado al constatar la ostensible toma de postura que
denotaban los titulares de la prensa española (mucho más que la
estadounidense), y cuyo alcance se le escapa sin duda a quien no
conozca las marejadas que agitan la vida política española. Se
desató en clase una interesante conversación acerca de si es
pertinente o no que el periódico deje ver su opinión incluso en
los titulares de las noticias (y en la selección de las imágenes, como es el caso), y alguien sugirió que en cierta
medida es inevitable que así suceda. Este comentario me llevó a una
actividad a la que recurro de tanto en tanto – y con la que hemos
cerrado el trimestre- y que describía en estos términos en el artículo mencionado.