martes, 15 de noviembre de 2016

Cartas rumanas

Antonio nos cuenta la historia de su compatriota Carlos, un joven de 26 años que vino de Rumanía a España cuando tenía cinco años. Actualmente trabaja como ingeniero, pero no duda en calificar su infancia como “muy dura”. Recuerda muy bien sus vivencias de cuando llegó a España. 

¿Por qué tenemos que ser acosados si nosotros somos pacíficos, 
si no le hacemos daño a nadie?”

Mis padres empezaban a tener problemas económicos en Rumanía por culpa de una mala inversión en un negocio. Decidieron mudarse a España para dar un paso adelante y dejar atrás lo ocurrido. Consiguieron dinero para viajar a España y dos meses más tarde tomamos el vuelo hacia Madrid. Ya en Barajas, nos llevaron en un taxi a nuestro próximo alojamiento situado a las afueras de la capital, en un pueblo de la sierra llamado Collado Villalba. Mis padres consiguieron trabajo rápidamente. Mi madre como dependienta en una tienda y mi padre como albañil en el centro de Madrid.

A mí me matricularon en un colegio cercano a la casa. Cuando fui por primera vez al colegio, me senté en la primera silla que encontré y los niños me hablaban pero yo no sabía qué decían. Al llegar la profesora, me presentó a los niños de la clase. Los niños me miraban con caras raras, con caras de repugnancia. La maestra me mandó los primeros días con otra profesora para que me enseñara a hablar español. Poquito a poco lo empecé a comprender y tuve un amigo indio que tampoco hablaba mucho español. Hablábamos por señas, nos reíamos juntos, nos traíamos juguetes para jugar juntos… Un día vinieron unos chicos y empezaron a hacernos lo que se llama ahora bullying
 
No entiendo cómo unos chicos que vienen de otro país tienen que ser acosados por otras personas. Esto pasa constantemente en el mundo. ¿Por qué hay tantos prejuicios?¿Por qué tenemos que ser nosotros?¿Por qué? 

Todo esto no se lo contaba a mis padres, hasta que un día unos niños me pegaron. Mi madre intentó quejarse al colegio, y esta es la respuesta que recibió: “Esto es lo normal, pero procuraremos que no vuelva a pasar”. 
 
Un día en que salí más pronto de lo normal de clase, escuché a un grupo de personas hablando de que “los inmigrantes no sirven para nada y nunca servirán para nada”. A partir de entonces no paraba de pensar una y otra vez en esa frase, dormía reflexionando sobre esa frase, pensaba todo el rato en esa frase. Un día decidí demostrar que los inmigrantes sí que servimos y siempre seremos iguales que todos. Lo que yo no comprendía es por qué nosotros tenemos que ser acosados si nosotros somos pacíficos, no le hacemos daño a nadie. 
 
En el colegio conseguí sacar las mejores notas de la clase y así demostré que sí servía; pasé al instituto con muy buenas notas, que me ayudaron luego a pasar a la universidad muy fácilmente y licenciarme en Ingeniería Náutica. Recuerdo cómo en el instituto me llamaban “rarito” y no conseguí hacer amigos. En cambio en la Universidad hice muchos amigos que se dedicaban a lo mismo que yo. Poco tiempo después encontré un trabajo en Madrid como ingeniero, en el que poco a poco voy ascendiendo. 
 
Los inmigrantes servimos tanto como todos los demás.




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