Antonio nos cuenta la historia de su compatriota Carlos, un joven de 26 años que vino de Rumanía a España cuando tenía cinco años. Actualmente trabaja como ingeniero, pero no duda en calificar su
infancia como “muy dura”. Recuerda muy bien sus vivencias de cuando llegó a España.
“¿Por
qué tenemos que ser acosados si nosotros somos pacíficos,
si no le hacemos daño a nadie?”
si no le hacemos daño a nadie?”
Mis
padres empezaban a tener problemas económicos en Rumanía por culpa
de una mala inversión en un negocio. Decidieron mudarse a España
para dar un paso adelante y dejar atrás lo ocurrido. Consiguieron
dinero para viajar a España y dos meses más tarde tomamos el vuelo
hacia Madrid. Ya en Barajas, nos llevaron en un taxi a nuestro
próximo alojamiento situado a las afueras de la capital, en un pueblo de
la sierra llamado Collado Villalba. Mis padres consiguieron trabajo
rápidamente. Mi madre como dependienta en una tienda y mi padre como
albañil en el centro de Madrid.
A
mí me matricularon en un colegio cercano a la casa. Cuando fui por
primera vez al colegio, me senté en la primera silla que encontré y
los niños me hablaban pero yo no sabía qué decían. Al llegar la
profesora, me presentó a los niños de la clase. Los niños me
miraban con caras raras, con caras de repugnancia. La maestra me
mandó los primeros días con otra profesora para que me enseñara a
hablar español. Poquito a poco lo empecé a comprender y tuve un
amigo indio que tampoco hablaba mucho español. Hablábamos por
señas, nos reíamos juntos, nos traíamos juguetes para jugar
juntos… Un día vinieron unos chicos y empezaron a hacernos lo que
se llama ahora bullying.
No
entiendo cómo unos chicos que vienen de otro país tienen que ser
acosados por otras personas. Esto pasa constantemente en el mundo.
¿Por qué hay tantos prejuicios?¿Por qué tenemos que ser
nosotros?¿Por qué?
Todo
esto no se lo contaba a mis padres, hasta que un día unos niños me pegaron. Mi
madre intentó quejarse al colegio, y esta es la respuesta que
recibió: “Esto es lo normal, pero procuraremos que no vuelva a
pasar”.
Un
día en que salí más pronto de lo normal de clase, escuché a un
grupo de personas hablando de que “los inmigrantes no sirven para
nada y nunca servirán para nada”. A partir de entonces no paraba
de pensar una y otra vez en esa frase, dormía reflexionando sobre
esa frase, pensaba todo el rato en esa frase. Un día decidí
demostrar que los inmigrantes sí que servimos y siempre seremos
iguales que todos. Lo que yo no comprendía es por qué nosotros
tenemos que ser acosados si nosotros somos pacíficos, no le hacemos
daño a nadie.
En
el colegio conseguí sacar las mejores notas de la clase y así
demostré que sí servía; pasé al instituto con muy
buenas notas, que me ayudaron luego a pasar a la universidad muy fácilmente
y licenciarme en Ingeniería Náutica. Recuerdo cómo en el instituto
me llamaban “rarito” y no conseguí hacer amigos. En cambio en la
Universidad hice muchos amigos que se dedicaban a lo mismo
que yo. Poco tiempo después encontré un trabajo en Madrid como
ingeniero, en el que poco a poco voy ascendiendo.
Los
inmigrantes servimos tanto como todos los demás.
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