“Finalmente
pude defenderme”
Nueve
años tenía yo exactamente. Era un día normal como otro cualquiera,
menos porque llovía muchísimo. Ninguno nos esperábamos cómo iba a
acabar. En efecto, pasó lo peor.
El
río se desbordó arrollando por completo nuestra cosecha. Fueron
días duros, y finalmente mi padre tomó una importante decisión. En
el año 2005 tomó un vuelo a España con ayuda de mis
abuelos con el fin de poder ganar más dinero. Un amigo suyo,
también búlgaro, le ayudó a conseguir trabajo, comenzando en el
mundo de la construcción. Durante su primer año vivía en una
habitación alquilada de un piso compartido. Más
tarde consiguió trabajo como gruísta.
Mi madre hacía un esfuerzo
enorme para ir a visitarlo. Mi padre, después de muchas súplicas,
convenció a mi madre para afincarse los dos en España; ambos sabían
que era la mejor opción y estaban dispuestos a sacrificarse por mí.
Así hizo primero mi madre. En el año 2006, me despedí de ella muy
tristemente y se fue dirección a España. Consiguió
trabajo como limpiadora, pero el sueldo que recibía aun no era
suficiente para dejar la habitación alquilada.
Pero
llegó el día en que me tocó a mí dejar atrás mi país. Vine a
España durante dos veranos consecutivos; yo ya sabía que algo en mi
vida iba a cambiar por completo. Y en efecto, el año 2009 fue el año
más extraño para mí: oficialmente era España el lugar donde
pasaría los próximos años de mi vida. Mis padres y mis tíos
alquilaron un piso en la localidad de Collado Villalba cerca del
Carrefour, pero en 2011 mis tíos se marcharon, convirtiéndose en mi
nuevo hogar.
Tampoco
me sentí tan mal cuando empecé el curso en septiembre en el colegio
Cañada Real; no controlaba bien el idioma, pero sabía decir cosas
como “hola”, “adiós”, “qué tal”… Sí recuerdo
perfectamente cómo me trataban los compañeros del colegio; me
sentía un ser extraño entre un montón de gente incomprensiva y
descalificadora. Recuerdo que sus insultos me herían mucho y yo los
entendía pero no sabía contestarles. Fue tres meses después cuando
mejoré muchísimo mi español y finalmente pude defenderme ante los
comentarios groseros de mis compañeros. Desde ese día no recuerdo
haberles vuelto a oír hablarme así.
Supongo
que me acostumbré relativamente pronto a este nuevo y diferente
país. Me llamó la atención que en España los niños empezaran un
año antes el colegio y la cantidad de veces que los españoles
comían al día. También me llevó tiempo acostumbrarme a ver
cada día a las personas con una prenda diferente porque cuando vivía
en Bulgaria la gente no tenía tanta variedad de ropa. Pero lo que
casi no me llevó tiempo fue adaptarme a las costumbres diarias de la
gente de este país. Me gustó mucho, en mi llegada a España, lo
bien cuidadas que estaban las calles y las cosas públicas en
general.
Aunque hoy en día todo eso haya dado un giro
enorme, sigue estando, en apariencia, mejor que en Bulgaria.
Actualmente vivo con mis padres en un piso en Las Suertes y voy al
instituto María Guerrero.
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