viernes, 18 de noviembre de 2016

Cartas búlgaras

Sofía pone voz a la historia de su compañera Desi, "una chica de 16 años que un día tuvo que dejar todo atrás para empezar una nueva vida".

Finalmente pude defenderme”

Bulgaria es mi país de nacimiento; nací en una ciudad de pequeño tamaño llamada Parfumai, cercana a Plovdiv. Pude pasar allí gran parte de mi infancia. Iba al colegio, mis padres trabajaban y teníamos cosechas que nos ayudaban a conseguir más dinero, porque por desgracia, aun siendo mis padres dos personas con estudios, su salario no era justo. Todo iba bien: yo, mis padres, mi país, pero lamentablemente llegó ese día, un día que marcaría la vida de mi familia por completo.
Nueve años tenía yo exactamente. Era un día normal como otro cualquiera, menos porque llovía muchísimo. Ninguno nos esperábamos cómo iba a acabar. En efecto, pasó lo peor. 

El río se desbordó arrollando por completo nuestra cosecha. Fueron días duros, y finalmente mi padre tomó una importante decisión. En el año 2005 tomó un vuelo a España con ayuda de mis abuelos con el fin de poder ganar más dinero. Un amigo suyo, también búlgaro, le ayudó a conseguir trabajo, comenzando en el mundo de la construcción. Durante su primer año vivía en una habitación alquilada de un piso compartido. Más tarde consiguió trabajo como gruísta. 

Mi madre hacía un esfuerzo enorme para ir a visitarlo. Mi padre, después de muchas súplicas, convenció a mi madre para afincarse los dos en España; ambos sabían que era la mejor opción y estaban dispuestos a sacrificarse por mí. Así hizo primero mi madre. En el año 2006, me despedí de ella muy tristemente y se fue dirección a España. Consiguió trabajo como limpiadora, pero el sueldo que recibía aun no era suficiente para dejar la habitación alquilada.
 
Pero llegó el día en que me tocó a mí dejar atrás mi país. Vine a España durante dos veranos consecutivos; yo ya sabía que algo en mi vida iba a cambiar por completo. Y en efecto, el año 2009 fue el año más extraño para mí: oficialmente era España el lugar donde pasaría los próximos años de mi vida. Mis padres y mis tíos alquilaron un piso en la localidad de Collado Villalba cerca del Carrefour, pero en 2011 mis tíos se marcharon, convirtiéndose en mi nuevo hogar.

Tampoco me sentí tan mal cuando empecé el curso en septiembre en el colegio Cañada Real; no controlaba bien el idioma, pero sabía decir cosas como “hola”, “adiós”, “qué tal”… Sí recuerdo perfectamente cómo me trataban los compañeros del colegio; me sentía un ser extraño entre un montón de gente incomprensiva y descalificadora. Recuerdo que sus insultos me herían mucho y yo los entendía pero no sabía contestarles. Fue tres meses después cuando mejoré muchísimo mi español y finalmente pude defenderme ante los comentarios groseros de mis compañeros. Desde ese día no recuerdo haberles vuelto a oír hablarme así.

Supongo que me acostumbré relativamente pronto a este nuevo y diferente país. Me llamó la atención que en España los niños empezaran un año antes el colegio y la cantidad de veces que los españoles comían al día. También me llevó tiempo acostumbrarme a ver cada día a las personas con una prenda diferente porque cuando vivía en Bulgaria la gente no tenía tanta variedad de ropa. Pero lo que casi no me llevó tiempo fue adaptarme a las costumbres diarias de la gente de este país. Me gustó mucho, en mi llegada a España, lo bien cuidadas que estaban las calles y las cosas públicas en general. Aunque hoy en día todo eso haya dado un giro enorme, sigue estando, en apariencia, mejor que en Bulgaria. Actualmente vivo con mis padres en un piso en Las Suertes y voy al instituto María Guerrero. 
 
Siempre que podemos, mis padres y yo viajamos a Bulgaria para visitar todo lo que dejamos atrás: familia, casa, amigos… Porque aunque fue el lugar donde sucedió un día que marcó mi vida por completo, Bulgaria siempre será mi país.

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