jueves, 5 de octubre de 2017

El riesgo de sofocar el gusto por la lectura

Contaba en una entrada anterior que había pedido a mis estudiantes de 4º unos días para pensar cómo organizar las lecturas compartidas de este curso, esas que han de hacer fuera del aula y a su ritmo, pero sobre las que volveremos también de manera colectiva y dialogada. Si algo había quedado claro tras un par de sesiones de coloquio en la biblioteca era que a una gran mayoría no le gustaba nada leer, mientras que otros muchos solo leían cuando no tenían nada mejor que hacer, se lo mandaban en el instituto o, por alguna razón difícil de prever, el libro que caía en sus manos acababa por engancharlos. Había una minoría que se declaraba muy lectora. 

Descartada, por tanto, la posibilidad de proponer un solo título para toda la clase, habíamos consensuado que ofrecería una lista de cuatro o cinco títulos entre los que cada estudiante podría elegir lo que más encajara con sus preferencias y su competencia lectora.

En estas andaba cuando tuve noticia de que la profesora de Historia les había mandado como lectura obligatoria para esta evaluación Si esto es un hombre, de Primo Levi o El humo de Birkenau, de Liana Millu, y que la de Valores Éticos había hecho lo propio con Ética para Amador. Solo faltaba que yo añadiera un tercer título a la espera de que también el profe de Biología, Economía o Inglés hiciera lo propio. Lo más probable es que consiguiéramos abrumar a los no lectores y sofocar el gusto por la lectura de quienes llegaban con un hábito ya consolidado.

Año tras año tratamos de consensuar las lecturas, de coordinar este aspecto del Plan Lector del Centro, tanto en el seno de cada equipo docente como en el departamento de Lengua (los departamentos de Lenguas) a fin de que haya diversidad, complementariedad y creciente grado de complejidad en el conjunto de lecturas que se proponen a chicas y chicos a lo largo de la Secundaria Obligatoria. Pero curso tras curso la mitad de la plantilla del centro cambia y hay que comenzar otra vez, como Sísifo, desde el principio.

No tenía otra que adaptarme a algo de lo ya propuesto a fin de reducir el número de libros obligatorios y de enriquecer en la medida de lo posible la perspectiva desde la que son abordados. Pacté así con la profesora de Historia ampliar ligeramente la lista de títulos posibles para esta evaluación- diseñando una pequeña constelación en torno a la barbarie nazi- y de ir acordando de manera conjunta para el resto del curso qué lecturas podíamos proponer de manera interdisciplinar. Quizá no era mala fórmula empezar por aquí. Los libros que giran en torno al nazismo siguen ejerciendo una atracción innegable sobre los jóvenes lectores, aunque habrá que subrayar más adelante que no fueron solo los judíos las víctimas de su "limpieza racial". Y quizá para el segundo y tercer trimestre podamos proponer otras lecturas que abordan otros episodios de la historia de la Humanidad no menos vergonzantes y mucho más silenciados.

Esta fue, finalmente, la propuesta: Diario de Ana Frank, Si esto es un hombre, de Primo Levi; El humo de Birkenau, de Liana Millu; Maus, de Art Spigelman; Paradero desconocido, de Kressmann Taylor; y Reencuentro, de Fred Uhlman.