"Cada
vez leo menos", dice Cristina, de 4º E. "Antes leía
un montón", se lamenta Helena, de 4º D, con gesto contrariado. Lo
dicen los estudios sobre hábitos lectores de los adolescentes y lo
constatamos curso tras curso en las aulas. A partir de los 13 o 14
años se produce una creciente desafección a la lectura entre
quienes hasta entonces constituían la franja más lectora de la
sociedad. Y este alejamiento de los libros se da en todo tipo de
lectores, desde los más compulsivos a los más reticentes. Las
causas son innumerables, y van de las nuevas formas de ocio al mayor
peso de las tareas escolares, pero resulta inevitable preguntarnos
qué podemos hacer desde las clases de literatura para fomentar el hábito lector; para desarrollar, también, las habilidades de interpretación.
Una
de las primeras actividades que hago con mis estudiantes en los
primeros días de curso es llevarlos a la biblioteca y, sentados en
círculo, invitarlos a que compartan con los demás sus libros
favoritos. Al hilo de cada intervención va surgiendo quiénes son
lectores empedernidos (lectoras empedernidas, más bien) y quiénes
huyen de los libros como el gato escaldado del agua. "Una vez
leí un libro", recuerda Dani. Y no podemos evitar reirnos.
Pero
la fotografía nunca es en blanco y negro.
Los
hay, claro, que aún leen con fruición. Mirado con generosidad, casi
un tercio de la clase. Muchas chicas fueron ávidas lectoras de Laura
Gallego a sus 11 y 12 años. Dejaron ya la fantasía y ahora están
entregadas a la literatura juvenil de corte romántico: En los
zapatos de Valeria, Tal vez mañana, The list, Los chicos del
calendario y un largo etcétera. No faltan tampoco las lectoras
de After y 50 sombras de Grey. Algunas se inclinan por
la novela que ellas mismas denominan "psicológica"
(Brújulas que buscan sonrisas perdidas, Mi corazón en los días
grises, Dímelo con los ojos, etc.), porque "les llaman"
-subrayan- los personajes perdidos, aquejados incluso de alguna
enfermedad. Devoraron y devoran a John Green. Amor, dolor y pérdida
son algunos de los temas por los que sienten más atracción.
Son,
en general, lectoras de un solo género. Es verdad que hay
excepciones, pero en este caso el grupo es ya mucho más reducido:
cinco o seis personas por clase (de un total, ¡ay!, de treinta y
tantos). Son los lectores fuertes, de lecturas mucho más
diversificadas, capaces de saltar de la literatura juvenil a la
literatura de adultos sin dificultad alguna. Citan como libros
preferidos El señor de los anillos, La ladrona de libros, La
ciudad de las bestias, Sherlock Holmes, Causa justa, El curioso
incidente del perro a medianoche, El retrato de Dorian Grey o El
señor de las moscas. Algunos
son devotos del manga. Y unos pocos, lectores también de poesía.
Otro
grupo aún más numeroso, aquí sí un tercio cumplido, confiesa leer
cada vez menos. "No es que no me guste leer -dice Madalin-, pero
no suelo hacerlo". "Me gusta leer -afirma Paula-, pero no
leo mucho". Para que lo hagan tiene que cruzarse en su camino un
libro que de verdad les interese. ¿Qué ingredientes ha de tener
para que esto ocurra? O bien mucha intriga y suspense, o bien
realismo adolescente: El fantasma de la draga, El príncipe de la
niebla, La chica del tren, Canciones para Paula. Leen lo que se prescribe en el instituto, lo que recomienda algún amigo, lo que
ocasionalmente les regalan... Poco más. Pero tampoco se dan por
perdidos.
Y
luego están los objetores. Aquellos que no leen más que lo que en
su día les obligaron a leer en el instituto (aunque quieren dejar
constancia de que no leyeron todo lo que les mandaron). Al
preguntarles si alguna vez se sintieron atrapados por un libro hay
quienes se remontan a 1º de ESO y rescatan El valle de los lobos,
de Laura Gallego o a 2º, y recuerdan Hoyos o Rebeldes
(aunque solo uno se animó a
leer después La ley de la calle). De 3º salvan
Marina, de Ruiz Zafón. Y algún repetidor de 4º recomienda
El chico que encontró la felicidad, Monstruo de ojos
verdes o Crimen y Castigo en su versión adaptada.
Un
panorama complicado, sin duda. ¿Cómo enganchar a la lectura a los
no lectores? ¿Cómo sacar de su encasillamiento a las devotas del
género romántico (y cómo cuestionar los estereotipos de género y
los modelos amorosos de sus títulos favoritos sin lastimar ni su
imagen personal ni su autoestima lectora)? ¿Cómo inclinar del lado
de la lectura a quienes tan cerca están de los libros como de su
definitivo abandono?
La escuela puede
influir y mucho -nos dice Mireia Manresa- en el desarrollo de los
hábitos lectores en la adolescencia. Las propuestas educativas,
cuando son acertadas, dejan huella. Inciden además en todo tipo de
lectores: los más compulsivos, los más moderados, los más
reticentes. Pero no vale cualquier intervención: las hay fecundas y
las hay improductivas, las hay oportunas y las hay también
absolutamente contraproducentes. Solo desde un conocimiento sólido
de los hábitos lectores de los adolescentes -considerados tanto
individual como colectivamente- puede la escuela afinar sus
estrategias y programar su intervención de manera que atienda a este
triple objetivo: frenar la creciente desafección a la lectura
constatada en los años de la adolescencia, sacar a los jóvenes
lectores de su inevitable encasillamiento, y proveerlos de criterios
de selección más allá de las modas del mercado y de habilidades de
interpretación que les permitan salir del escueto "me gusta"
o "no me gusta" sostenido a menudo por la capacidad de las
obras de favorecer lecturas identificativas.
La
responsabilidad es, por tanto, inmensa: ¿Cómo construir itinerarios
de progreso para todos ellos? ¿Qué objetivo debe prevalecer en la selección de las lecturas? ¿Qué forma de acompañamiento puede ser la más acertada? ¿Qué hacer, después, con lo leído?
Hola, estoy aplicando el modo de conversación literaria "Dime" de Aidan Chambers en un club de lectura para adultos y me funciona bastante bien. Podría ser una opción interesante para aplicar en tertulias literarias con jóvenes. Qué opinas? Gracias por el blog, muy interesante!
ResponderEliminar¡Por supuesto! El libro de Aidan Chambers es una joya. También yo lo recomiendo vivísimamente como brújula para dinamizar coloquios de lectura en Secundaria. Gracias, Júlia, por traer aquí una referencia tan pertinente.
ResponderEliminar