Desde hace ya muchos años, el alumnado de 2º ESO del IES
María Guerrero (el instituto en que doy clase, en Collado Villalba) participa
en un intercambio con el IES Puig i Cadafalch de Mataró (Barcelona). Con ese
motivo, chicos y chicas de un instituto y otro participan de distintas
actividades a lo largo del curso que giran en torno a ese doble viaje.
El año pasado decidimos sorprender a nuestros invitados con
un tríptico informativo de nuestra localidad, cuya
elaboración fue pautada y acompañada en las clases de Lengua.
Estábamos aún en los primeros balbuceos. Habíamos consensuado
ya la estructura que tendría el tríptico, y habíamos decidido dedicar una de
sus caras a dar noticia de algunos lugares de interés de los alrededores. A
partir de ahí, cada cual podía seleccionar aquellos que quisiera. Para aquel martes simplemente tenían que traer a clase sus
tres o cuatro propuestas. Dedicaríamos la sesión a buscar información,
seleccionarla y sintetizarla luego con palabras propias para presentarla a los
compañeros de Mataró. Fui pasándome por los grupos para ver por qué sitios se
habían inclinado: San Lorenzo de El Escorial, Cercedilla, Peñalara… y, para mi
sorpresa, el Valle de los Caídos.
Me pilló completamente a contrapié. Es verdad que son apenas
quince kilómetros los que separan nuestro instituto del Valle de los Caídos,
que la descomunal cruz de granito se ve desde todos sitios, pero confieso que jamás se me había ocurrido concebirlo como un destino turístico.
Por una fracción de segundo pensé: “¿Lo digo o no lo digo?” Y
en apenas una fracción de segundo me contesté que callar era ocultar.
— ¿Vosotros sabéis lo que es el Valle
de los Caídos?
— Sí, un sitio con una cruz muy grande.
— ¿Y además de eso? —.
Silencio.
— ¿Sabéis quién está enterrado allí? — Silencio. El asunto tampoco parecía intrigarles mucho.
— ¿Quién? —, preguntó
alguien.
— Franco —, y
esta vez era una voz salida de algún rincón de la clase la que contestaba.
— ¿Y? —,
insistía yo. Me miraban sin saber adónde quería ir a parar.
—¿Vosotros sabéis quién fue Franco?
Entre unos cuantos -pocos, apenas
cinco o seis en toda la clase- concluyeron que había mandado en España durante
cuarenta años. “Fue un dictador”, subrayó uno. No recuerdo siquiera que alguien
nombrara la guerra civil.
—¿Y pensáis que es un lugar turístico
que merece ser visitado?
—
Es
que es muy bonito. El paisaje es precioso.
Volví a dudar. Pero hay silencios imperdonables. Recurrí a lo que ya conocían. Y hablamos de
Alemania y de Hitler. Y de Berlín. Y del lugar donde estuvo el búnker donde
Hitler se suicidó, hoy poco más que un solar. Y cómo allí se ha evitado por
todos los medios que se convirtiera en un lugar de peregrinación.
Y seguimos con la elaboración de nuestros trípticos.
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