martes, 23 de enero de 2018

¿Nueva gramática en las aulas?

Se preguntaba hace ya más de un año Felipe Zayas por el impacto de la Nueva gramática básica de la lengua española en las aulas de secundaria. Mucho nos tememos que escaso. Y si empleamos el verbo "temer" es porque creemos que la apertura de un debate en el seno de los Departamentos de Lengua acerca de la necesidad de ajustar algunos de los contenidos gramaticales a ese nuevo marco hubiera podido llevarnos mucho más lejos de la tantas veces reclamada unificación terminológica. Porque lo que necesitamos, a nuestra manera de ver, no es tanto ponernos de acuerdo en si hablamos de sintagma nominal o grupo nominal, de modificador o intensificador, cuanto de reflexionar acerca de la orientación y la finalidad del estudio gramatical en las aulas de Secundaria, acerca de si hay coherencia entre la justificación que le damos a su pervivencia y nuestras prácticas cotidianas.

La Nueva gramática, tanto en su versión Manual (dirigida a filólogos) como Básica (dirigida a los hispanohablantes en general) se aviene mal con una tradición escolar obsesionada con el etiquetado y la clasificación. 




 
"Son a veces difusos los límites entre las conjunciones coordinantes y las subordinantes, [...]. También es polémico el límite entre las conjunciones subordinantes y las preposiciones que introducen términos oracionales. [...] Son también escurridizos los límites entre las conjunciones y los adverbios relativos". (NGM, pág. 604)

"Es difícil proporcionar una relación exhaustiva de los cuantificadores del español puesto que, como se verá, se trata de un clase transversal, de límites a veces borrosos, muy heterogénea y sujeta a variaciones geográficas". (NGM, pág. 356)

Valgan estos botones de muestra para poner de manifiesto la medida en que la Nueva gramática dinamita el afán por las taxonomías inequívocas y los etiquetados excluyentes. Expresiones como "No existe acuerdo entre los gramáticos sobre cuál de estos análisis es más adecuado", "Es igualmente polémico...", "No siempre es fácil determinar..." aparecen una y otra vez en los distintos capítulos y epígrafes del volumen.

Con todo, el docente de Secundaria querrá saber qué cambios "sustanciales" aparecen en esta Nueva gramática con respecto a la consagrada por la tradición escolar, más que nada por si antes o después dichos cambios van a tener repercusiones en el examen de Selectividad (pues este es, conviene no olvidarlo, el radar que controla el quehacer de tantos docentes, desde Primaria a Bachillerato. A fin de cuentas, el efecto más palpable del trabajo con la sintaxis en Secundaria es el de permitir -o no- a chicas y chicos acceder a la carrera de sus sueños. Y de los caprichos de la PAU -de la persona que diseña su prueba- acabamos  por ser todos rehenes).

¿Cambios "sustanciales"? Ahí va una relación apresurada y forzosamente incompleta de algunos de ellos:

  • Demostrativos y cuantificadores pasan a ser clases transversales que incluyen diferentes categorías gramaticales. Los demostrativos, entendidos como elementos deícticos que permiten ubicar un referente en el espacio o en el tiempo, incluyen determinantes, adjetivos, pronombres (considerados aquí como tales solo los neutros esto, eso y aquello) y adverbios (aquí, hoy, así, etc.). Los cuantificadores, por su parte, incluyen todas las palabras que expresan léxicamente cantidad: sustantivos, adjetivos, determinantes, pronombres o adverbios. Aunque entre ellos siguen apareciendo los numerales (cardinales, ordinales, multiplicativos y fraccionarios), los tradicionalmente denominados "indefinidos" se desdibujan (no lo son, por ejemplo, los "cuantificadores fuertes o universales" como todo, sendos, cada y ambos).
  • Entre los complementos de verbos, sustantivos y adjetivos se diferencia entre aquellos exigidos por el núcleo (argumentos) y los opcionales (adjuntos). En la NGM se denomina complemento de régimen a todo grupo preposicional exigido por una palabra, sea esta un sustantivo (el odio a los demás), un adjetivo (harto del traje y la corbata) o un verbo (depender de sus amigos).
  • En la oración compuesta cuesta encontrar referencias a las oraciones coordinadas (apenas una fugaz alusión en la Introducción, donde se reducen a copulativas, disyuntivas y adversativas). Tampoco espere el lector o lectora encontrar la tradicional -y polémica- división entre subordinadas sustantivas, adjetivas y adverbiales. Se habla en cambio de oraciones subordinadas sustantivas, oraciones subordinadas de relativo (que incluyen también las introducidas por los adverbios relativos como, cuando, donde y que funcionan como CC -las tradicionales adverbiales de tiempo, lugar y modo-), y de construcciones comparativas, superlativas, consecutivas, causales, finales, ilativas, condicionales y concesivas.

Esta nueva orientación más semántica en la descripción gramatical parece aproximarse en muchos casos a la intuición metalingüística de los hablantes, tal y como tantas veces habremos podido constatar en las aulas: los segmentos subrayados en estos grupos nominales - la tienda de la esquina, la excursión de ayer- son, según la NGM, adjuntos de lugar y tiempo. ¿Qué docente de Lengua y Literatura no ha escuchado a su alumnado una y mil veces interpretarlos, respectivamente, como complementos circunstanciales de lugar y tiempo? ¿Tan desencaminados andaban? ¿Tan grave era el error? ¿O cuántas veces no se habrán mostrado nuestros estudiantes convencidos de que el segmento subrayado en el grupo nominal mucha hambre era un complemento circunstancial de cantidad? La nueva clase transversal de los cuantificadores parece dar por buena al menos en parte sus intuiciones y nos impele a aprovechar los pretendidos "errores" para estimular la reflexión.

Con todo, no creemos que la necesidad de adaptar y unificar clasificación y terminología sea el reto más acuciante. Lo que la Nueva gramática nos pone delante de los ojos es lo estéril -y acientífico incluso- de muchas de las prácticas más consolidadas en las clases de lengua. ¿A qué tanta obsesión con las taxonomías? ¿A qué tanto empeño en clasificar en lugar de reflexionar, comparar, manipular, argumentar?

Sí, se ha dicho muchas veces que el objetivo esencial de la educación lingüística es el desarrollo de la competencia comunicativa del alumnado; que el criterio para evaluar el grado de aprendizaje de los contenidos gramaticales ha de ser la capacidad de aplicarlos para solucionar los problemas de comprensión de textos orales y escritos y para la revisión y mejora de las propias producciones (LOE). 

Lleva razón Felipe Zayas cuando sostiene que sí hace falta una terminología compartida por docentes y estudiantes para acometer el trabajo con los textos, para solventar problemas de redacción o de comprensión lectora. Pero la cosa es, bien lo sabemos, que no es este el enfoque dominante en el trabajo con la morfosintaxis en la mayor parte de las aulas. Si la forma en que evaluamos condiciona todo el proceso de aprendizaje, basta echar un vistazo al modo en que se traducen los contenidos gramaticales en los exámenes de miles de docentes para constatar que aseguramos pretender llegar a determinado horizonte cuando lo cierto es que estamos poniendo rumbo, en muchos casos, a las antípodas. 





Más preocupante aún es que, demasiado a menudo, las pretendidas renovaciones metodológicas no hagan sino apuntalar  las viejas prácticas.



¿Es la Nueva gramática la "nueva biblia" que necesitan los centros de Secundaria? En absoluto. Primero, porque no está elaborada con ese propósito. La Nueva gramática puede ser, en todo caso, el punto de partida para una nueva gramática pedagógica aún por construir. En segundo lugar, porque algunos de sus postulados son, cuando menos, discutibles (así su extemporánea condena de los usos lingüísticos inclusivos desde una perspectiva de género). Y en tercer lugar, porque lo capital para el docente de Primaria o Secundaria no es la descripción del sistema de la lengua sino las necesidades formativas de sus jóvenes hablantes.

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