Las
últimas semanas las hemos dedicado a la poesía. Hemos leído a
Machado, a Juan Ramón, a los del 27, a Miguel Hernández. También a
José Hierro y Luis Rosales, a Valente y Gil de Biedma, a Juarroz y Benedetti, a Szymborska y Gloria Fuertes. Hemos llenado la biblioteca de libros de poesía y
nos los hemos sacado al aire libre en busca de entornos lectores lo
más desescolarizados posible. Hemos tratado de huir de los
catálogos, del cómputo silábico, de la búsqueda y captura del más
recóndito recurso, del comentario ahormado que acaba por ahogar
nuestra voz.
Cierto
que algunos poetas han sido presentados en el aula cuando hemos
considerado necesaria una cierta mediación entre versos y lectores.
Pero otros han llegado por la vía del azar, del flechazo, de la
recomendación personalizada.
"Lupe,
dame algo de amor, por fa". "A mí algo que no sea de
amor". "Yo quiero leer libros escritos por mujeres, que
todos los poemas que he leído hasta ahora los habían escrito
hombres". "Búscame algo que se entienda fácil, profe, que
a mí la poesía como que no". "¿Hay algo un poco... gamberro?"
Y así íbamos cogiendo del montón a Salinas o a Neruda; a Brecht o
a Celaya; A Alejandra Pizarnik, Ida Vitale o Ada Salas; a
Ángel González y Wislawa Szymborska; al Alberti de Yo era un
tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos...
Algunos
iban como flechas a por un libro u otro. Otros zascandileaban
reclamando una recomendación más personalizada o un poco más de
tiempo para hojear varios volúmenes. En apenas diez minutos cada uno
había escogido su lugar favorito. Unos preferían leer a solas;
otros, tener cerca a alguien con quien compartir un eventual
hallazgo. En la mesa seguían quedando suficientes títulos como para
que quien no hubiera acertado a la primera pudiera intentarlo con
otros títulos tantas veces como quisiera.
De
tanto en tanto alguien me reclama. "Lupe, necesito que me expliques este
poema. Me ha gustado, pero quiero que me lo expliques", me urge Lara. "¡Profe, mira este! Es muy diferente", y Tary me señala el
poema que Leonard Cohen dedicara a Eichmann. La conversación fluye
y acabamos hablando de Hannah Arendt. "¿Dónde están esos
que nos leíste de Machado dedicados a su esposa?", pregunta
Dunia, que lleva casi veinte minutos buscándolos en el volumen de
las obras completas. "Lupe, ¿se puede seguir enamorada de alguien a
quien has dejado de querer?" Marina le ha enseñado a Jorge unos versos
de Elvira Sastre y este le asegura que eso no es posible. Dalia me
devuelve Poeta en Nueva York diciendo que es un libro muy raro. Instantes más tarde, Diana me lo señala como uno de sus favoritos. Juan Carlos está estusiasmado con Ángel González, e Isabella con Wislawa Szymborska. Roque -aquel que buscara poesía escrita por mujeres- no suelta a Idea Vilariño y Hugo
-el que necesitaba una poesía algo gamberra- me confiesa que se
ha acabado enganchando al libro con el que Yo era un tonto...
comparte volumen en Cátedra: Sobre los ángeles. Son días deliciosos.
Bastan
unas pocas salidas para que cada uno, cada una, vaya definiendo sus gustos,
sus preferencias. Es ya entonces momento de elegir. Porque de lo que
se trata, y de eso habíamos hablado desde el inicio, es de que cada
uno escoja aquel poema que más hondo le ha llegado y que quiere compartir con
el resto. En unos días celebraremos nuestro pequeño recital, no
exento de cierta solemnidad. Previamente habrá un par de sesiones de
ensayo: el escenario, el atril, las luces, siempre imponen y recitar
un poema y hacerlo bien viene a ser como interpretar una partitura.
Requiere haber hecho propia la pieza y precisa de un cierto entrenamiento. En esos días, en los de los ensayos, les pido también que en un par
de folios me entreguen su contribución a la antología comentada que
construiremos entre todos. Se trata tan solo de transcribir el poema,
presentar brevísimamente a su autor o autora, y de entrar en diálogo
con el texto poniendo en palabras qué es aquello que nos ha
conmovido o deslumbrado en esos versos. ¡Ah, y alguna imagen!
Puedo asegurar que no pocas
veces mis estudiantes me han descubierto bellísimos poemas y
además me han enseñado a leerlos. Pero de eso, del recital y de la
antología, hablaremos otro día.
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