jueves, 20 de abril de 2017

Leer poesía

Las últimas semanas las hemos dedicado a la poesía. Hemos leído a Machado, a Juan Ramón, a los del 27, a Miguel Hernández. También a José Hierro y Luis Rosales, a Valente y Gil de Biedma, a Juarroz y Benedetti, a Szymborska y Gloria Fuertes. Hemos llenado la biblioteca de libros de poesía y nos los hemos sacado al aire libre en busca de entornos lectores lo más desescolarizados posible. Hemos tratado de huir de los catálogos, del cómputo silábico, de la búsqueda y captura del más recóndito recurso, del comentario ahormado que acaba por ahogar nuestra voz.





Cierto que algunos poetas han sido presentados en el aula cuando hemos considerado necesaria una cierta mediación entre versos y lectores. Pero otros han llegado por la vía del azar, del flechazo, de la recomendación personalizada.

"Lupe, dame algo de amor, por fa". "A mí algo que no sea de amor". "Yo quiero leer libros escritos por mujeres, que todos los poemas que he leído hasta ahora los habían escrito hombres". "Búscame algo que se entienda fácil, profe, que a mí la poesía como que no". "¿Hay algo un poco... gamberro?" Y así íbamos cogiendo del montón a Salinas o a Neruda; a Brecht o a Celaya; A Alejandra Pizarnik, Ida Vitale o Ada Salas; a Ángel González y Wislawa Szymborska; al Alberti de Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos...

Algunos iban como flechas a por un libro u otro. Otros zascandileaban reclamando una recomendación más personalizada o un poco más de tiempo para hojear varios volúmenes. En apenas diez minutos cada uno había escogido su lugar favorito. Unos preferían leer a solas; otros, tener cerca a alguien con quien compartir un eventual hallazgo. En la mesa seguían quedando suficientes títulos como para que quien no hubiera acertado a la primera pudiera intentarlo con otros títulos tantas veces como quisiera. 

  


De tanto en tanto alguien me reclama. "Lupe, necesito que me expliques este poema. Me ha gustado, pero quiero que me lo expliques", me urge  Lara. "¡Profe, mira este! Es muy diferente", y Tary me señala el poema que Leonard Cohen dedicara a Eichmann. La conversación fluye y acabamos hablando de Hannah Arendt. "¿Dónde están esos que nos leíste de Machado dedicados a su esposa?", pregunta Dunia, que lleva casi veinte minutos buscándolos en el volumen de las obras completas. "Lupe, ¿se puede seguir enamorada de alguien a quien has dejado de querer?" Marina le ha enseñado a Jorge unos versos de Elvira Sastre y este le asegura que eso no es posible. Dalia me devuelve Poeta en Nueva York diciendo que es un libro muy raro. Instantes más tarde, Diana me lo señala como uno de sus favoritos. Juan Carlos está estusiasmado con Ángel González, e Isabella con Wislawa Szymborska. Roque -aquel que buscara poesía escrita por mujeres- no suelta a Idea Vilariño y Hugo -el que necesitaba una poesía algo gamberra- me confiesa que se ha acabado enganchando al libro con el que Yo era un tonto... comparte volumen en Cátedra: Sobre los ángeles. Son días deliciosos.
 

Bastan unas pocas salidas para que cada uno, cada una, vaya definiendo sus gustos, sus preferencias. Es ya entonces momento de elegir. Porque de lo que se trata, y de eso habíamos hablado desde el inicio, es de que cada uno escoja aquel poema que más hondo le ha llegado y que quiere compartir con el resto. En unos días celebraremos nuestro pequeño recital, no exento de cierta solemnidad. Previamente habrá un par de sesiones de ensayo: el escenario, el atril, las luces, siempre imponen y recitar un poema y hacerlo bien viene a ser como interpretar una partitura. Requiere haber hecho propia la pieza y precisa de un cierto entrenamiento. En esos días, en los de los ensayos, les pido también que en un par de folios me entreguen su contribución a la antología comentada que construiremos entre todos. Se trata tan solo de transcribir el poema, presentar brevísimamente a su autor o autora, y de entrar en diálogo con el texto poniendo en palabras qué es aquello que nos ha conmovido o deslumbrado en esos versos. ¡Ah, y alguna imagen!

Puedo asegurar que no pocas veces mis estudiantes me han descubierto bellísimos poemas y además me han enseñado a leerlos. Pero de eso, del recital y de la antología, hablaremos otro día.


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