No,
la LOMCE no se ha paralizado. Y sí, habrá reválidas y tendrán
efectos. Los recortes persisten y las apelaciones gubernamentales al Pacto cada vez
se parecen más a una maniobra de distracción masiva.
Tras unos años
frenéticos de huelgas, manifestaciones y encuentros en que se
reclamó de manera unánime la derogación de la LOMCE, la confianza
colectiva en que el Ministro Wert y su ley tenían los días contados
era absoluta. Aguardábamos su demolición con la misma certeza con
que se aguarda un eclipse.
Pasó la fecha
prevista, y gran parte de la ciudadanía ha dado en creer que el
acontecimiento esperado ya tuvo lugar. ¿De dónde proviene ese
espejismo? Porque lo cierto es que la LOMCE sigue en vigor y las
reválidas siguen su curso.
Una implantación tan
estrepitosamente chapucera nos llevó quizá a creer que aquello no
podían ser sino los últimos estertores de una ley que nacía
muerta. ¿Cómo iba a ser posible tanto despropósito? Por otra parte,
tanto el Presidente Rajoy como el Ministro Méndez de Vigo no
escatimaron maniobras de distracción vendiendo como una marcha atrás
del Gobierno lo que no era sino la primera fase de lo que ya estaba
en la ley: que en este curso 2016-2017 la superación de las
reválidas no sería condición necesaria para la obtención del
título de la ESO o de Bachillerato.
Lo cierto es que ni la
LOMCE se ha derogado ni las reválidas se han suprimido.
Es
verdad que una mayoría parlamentaria aprobó el pasado mes de
noviembre la paralización de la LOMCE, pero al Gobierno le
faltó tiempo para recurrir esta medida ante el Tribunal Constitucional
aduciendo que su paralización conllevaría un gasto excesivo. Y la
LOMCE sigue adelante.
Las
reválidas se harán en la Comunidad de Madrid el 17 de mayo. Todos
los estudiantes de 4º de ESO habrán de hacerla, por más que en
unos casos sean corregidas por "personal externo" y en
otros por profesorado del centro.
¿De
dónde procede entonces la creencia de que la LOMCE vive sus últimos
días y que las movilizaciones lograron frenar las reválidas? No se
nos ocurre más explicación que recordar a Orwell:
El Partido dijo que
Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith,
sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años
antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia
conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y
si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si
todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a
la Historia y se convertía en verdad. «El que controla el pasado
–decía el slogan del Partido–, controla también el
futuro. El que controla el presente, controla el pasado.» Y, sin
embargo, el pasado, alterable por su misma naturaleza, nunca había
sido alterado. Todo lo que ahora era verdad, había sido verdad
eternamente y lo seguiría siendo. Era muy sencillo. Lo único que se
necesitaba era una interminable serie de victorias que cada persona
debía lograr sobre su propia memoria. A esto le llamaban «control
de la realidad». Pero en neolengua había una palabra
especial para ello: doblepensar.
Sigue
la LOMCE, siguen las reválidas y siguen los recortes. El
desmantelamiento de la educación -y de manera muy especial la
educación pública- es ya crítico, como crítico es el abandono de
los más vulnerables. En los últimos siete años se han
dejado de invertir 40.000 millones de euros en educación.
Por
todo ello, porque reclamamos la reversión de los recortes y el aumento de la inversión en educación hasta
alcanzar un 7% del PIB, porque reclamamos la derogación de
la LOMCE y sus reválidas, porque reclamamos una nueva ley de educación que sea de
verdad fruto de un acuerdo social y político hoy somos miles quienes
nos sumamos a la jornada de huelga.
Resultan
hirientes las palabras del Ministro Méndez de Vigo cuando señala
que los convocantes de la huelga "han criticado mucho y aportado
poco". Habrá que recordarle al Ministro que tras dos años de
incesante diálogo hay ya un Documento de Bases para una Nueva Ley deEducación en el que han participado decenas de colectivos. Este documento debiera constituir el esqueleto de una ley de educación que ponga por
fin a las personas en el centro y el bien común en el horizonte.
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