Estrecho,
muy estrecho se nos queda por tanto el marco establecido por el Real Decreto. Por otra parte, el acuerdo es ya absoluto a la hora de
cuestionar el enciclopedismo de los currículos, en un afán que
quizá tuviera sentido en el siglo XVIII, pero que hoy por hoy es
imposible de sostener. Se nos hace necesaria, por tanto, una
organización de la materia que combine la irrenunciable
incorporación de esas otras literaturas hasta ahora expulsadas de la
escuela, con nuevos criterios de presentación de los textos que
vayan más alla del repaso cronológico de la historiografía
literaria universal. Ello no significa, en absoluto, renunciar a la
historia: antes bien, la lectura en contrapunto de obras procedentes
de diferentes contextos históricos y culturales permitirá atender a
recurrencia
de ciertos temas y motivos, así como las diferentes
respuestas
a los grandes interrogantes de la condición humana y a la evolución
de las formas literarias a lo largo de la historia.
Por
lo tanto, de
los dos bloques de contenidos elegiremos
el primero -Procesos y estrategias- como eje vertebrador de nuestra
programación. A él supediteremos la aproximación a diferentes
momentos culturales y artísticos, a determinados autores y obras. La
selección es inevitable.
La
organización de contenidos gira en torno a un serie de secuencias
didácticas o "constelaciones literarias" cuyo eje
vertebrador es un tema (el poder, la paternidad, la violencia hacia
las mujeres), un género (el cuento, la poesía), un "tono"
(el suspense, el humor), etc. De entre las muchas secuencias
diseñadas será el alumnado quien vaya
escogiendo, en cada momento del curso, el tema o hilo conductor por
el que se siente más inclinado.