De
las muchas maneras posibles de acompañar la lectura de los títulos
propuestos en el aula – en el antes, el durante y el
después de la lectura- hay una que se me antoja inexcusable:
la conversación. Una de las ventajas innegables de que varias
personas coincidan en la lectura de un mismo libro es la de poder dialogar sobre él,
intercambiar opiniones y puntos de vista... y permitir también una
cierta intervención de los docentes a la hora de desarrollar
habilidades de interpretación.
Esta
semana han tenido lugar los diferentes coloquios en torno
a los libros propuestos para este primer trimestre: El
Diario de Ana Frank,
Si esto es un hombre, El humo de Birkenau, Paradero desconocido,
Reencuentro, Maus.
En
ambos grupos la obra más leída ha sido Ana Frank, y en ambos
también por una mayoría abrumadora de chicas. La que menos -un
lector por clase-, y para mi sorpresa, Maus, una novela
gráfica. El ritual ha sido idéntico cada día. Quienes íbamos a participar en el coloquio nos disponíamos en forma de
semicírculo al frente de la clase. Mi tarea como moderadora
consistía en favorecer que la conversación fluyera lo más
espontáneamente posible, ir cambiando de tercio cada vez que el
diálogo sobre un punto se agotaba, sacar a colación aspectos aún
no tratados, e invitar a reparar en aquello que tal vez les había
pasado inadvertido.
En
el Diario de Ana Frank la opinión ha sido casi unánime: es
un libro muy desigual. Sus lectoras se quejaban de que muchas
entradas eran absolutamente irrelevantes y tediosas. Con otras, sin embargo, se identificaban plenamente: las relativas a los cambios
físicos y psíquicos de la adolescencia y a las relaciones con los
mayores. La historia amorosa apenas les ha interesado y sí
les ha impactado conocer el final de Ana y la historia de la
publicación de su diario. Todo ello nos ha permitido
recuperar los distintos hilos temáticos que se entretejen en la obra
y reflexionar acerca de este subgénero narrativo, el diario, que
cuenta además con la peculiaridad un tanto insólita en nuestro
panorama literario de ser un diario real y no fruto de la invención
de un autor o autora. De ahí, evidentemente, la falta de interés que habían percibido en muchas de las entradas. La simutaneidad entre el momento de la
escritura y los hechos narrados impide una selección del material
narrativo al tiempo que permite asistir al proceso de maduración
tanto personal como de estilo de la autora/narradora/protagonista.
Fue luego el turno de Si
esto es un hombre, de Primo
Levi y El humo de Birkenau
de Liana
Millu, dos libros escritos en primera
persona por quienes también fueron víctimas de la barbarie nazi, aunque en
este caso ambos sobrevivieron a los campos de concentración y la escritura sea algo posterior a los hechos narrados. El
hecho de conversar sobre distintos libros que se centran en un mismo
universo temático ha favorecido el poder centrar nuestra atención
también en aspectos formales. Hemos hablado, por ejemplo, de cómo
estos dos autores se inclinan por subgéneros diferentes a la hora de
dar salida a su escritura: si en el caso de Primo Levi las
escenas y vivencias se agrupan en torno a ejes temáticos, en el caso
de Liana Millu la narradora se echa a un lado para ceder el
protagonismo de cada uno de los relatos que conforman el libro a una
de sus compañeras en Birkenau, de modo que cada una de ellas encarna alguno de los
conflictos añadidos que vivieron las mujeres en los campos de
exterminio y que no han formado parte hasta ahora del imaginario
compartido de lo que fue la barbarie nazi.
De
una mujer es también el libro Paradero
desconocido, si bien Kressmann
Taylor tuvo que echar mano, como tantas mujeres, de un seudónimo
masculino. A juicio de su editor, "la historia era demasiado dura para aparecer firmada por una mujer". El coloquio mantenido acerca de esta
brevísima novela epistolar ha sido probablemente el más enjundioso. Después de
haber hablado acerca de diferentes aspectos del libro -que por otra
parte no les había entusiasmado- tuve que pedir a sus lectores que
aterrizaran con esta pregunta lanzada a bocajarro: "A ver. La
novela es la historia de una venganza. ¿Quién se venga de quién y
por qué?". Hubo unos segundos de silencio y perplejidad. No
sabían a qué me refería. De repente, un "¡Ahí va!" revelaba
que alguien acababa de casar en su cabeza las piezas del puzzle. Con
tono algo vacilante algo principio, más convencido después, íbamos
asistiendo en directo al chispazo del gozo
intelectual reportado por la sensación de haber comprendido, al fin. Para quienes habían leído esta novela, la tensión
narrativa había ido en un crescendo
hasta llegar a un punto en que les parecía que las cartas se habían
vuelto banales e intrascendentes. Descubrir ahora, días después de
haber finalizado el libro, que lo que habían tomado por banalidad e
intrascendencia no era sino la estrategia de uno de los
corresponsales para devolver el daño que había sufrido en carne
propia los dejó atónitos. Ni que decir tiene la novela subió
muchos puntos en su valoración como lectores y nos permitió ahondar en la insustituible colaboración que de ellos reclaman las novelas epistolares, tan llenas de implícitos y sobreentendidos. De silencios.
Los
cuatro títulos anteriores fueron escritos en la inmediatez de los
hechos. Si esto es un hombre, El humo de
Birkenau y el Diario
de Ana Frank fueron publicados en 1947. Paradero
desconocido, en 1939. Los dos títulos que
habíamos dejado para el final aparecieron más tarde. Reencuentro,
publicado en 1960, es también obra de un autor
judío que, si bien no fue víctima de los campos de concentración,
tuvo que salir de su país, Alemania, en 1933. Como Paradero
desconocido, cuenta la historia de una
amistad entre dos alemanes, uno judío y otro no judío, y el modo en que este último va
paulatinamente abrazando las ideas de Hitler, lo que provoca la
ruptura de la relación. Los protagonistas son este caso mucho más
jóvenes, y el lenguaje mucho menos directo y coloquial que el de la
novela de Kressmann Taylor. A diferencia de Paradero
desconocido, se trata de una
novela en primera persona que recoge el sentir de uno de los dos amigos -ya
no hay identificación autor/narrador, aunque sí
narrador/protagonista-. Un inesperado giro en la última página del
libro nos obligará a reinterpretar todo lo leído anteriormente, lo que fue también objeto de discusión en el coloquio.
Cerramos
la sesiones con Maus, la novela gráfica galardonada con el
Premio Pulitzer en 1991. A estas alturas ya
estábamos en condiciones de reparar en el doble yo
narrativo que filtra el relato y el doble eje temporal sobre el que
este se construye: el de la contemporaneidad del autor, Art
Spiegelman, y el del pasado de su padre Vladek, superviviente de
Auschwitz y cuya historia nos cuenta Art.
Sí
fuimos conscientes -y así lo hicimos explícito- de que todos los
testimonios recogidos en estos libros provenían de quienes los
sufrieron en propias carnes por su condición de judíos, pero no debemos olvidar que
hubo otros holocaustos -el de los gitanos, los homosexuales, los
enfermos mentales, las personas con alguna minusvalía física o
psíquica, los vagabundos, etc.- que apenas han sido contados. De
ello hablarán con detenimiento en las clases de Historia.
Berlín. Memorial por el Holocausto del Pueblo romaní.
Pd.- Y una postdata. No, no todos habían leído el libro o los libros elegidos. Un buen número de estudiantes en cada clase había dejado la lectura a medias y había echado mano de resúmenes. Así lo reconocían bien en la primera intervención del coloquio, bien cuando las cuestiones abordadas les obligaban a confesar que no habían llegado a ese punto del relato. ¿Qué hacer en esos casos? ¿Tirarlo todo por la borda llevados por la frustración y el desaliento, o tratar de echar adelante con lo que tenemos? La verdad es que fue por esta segunda opción por la que nos inclinamos. A pesar de los pesares, creemos que las sesiones dedicadas al coloquio sobre lo leído fueron en sí mismas fuente de aprendizaje para todos, incluso para quienes apenas habían leído unas páginas. Y es que, aunque curso tras curso nos empeñemos en buscar nuevas fórmulas para el fomento del hábito lector y la educación literaria, la receta infalible probablemente no existe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario