El
acto de escribir es, también, un emplazamiento moral. ¿Cómo se sitúa el artista
frente al mundo en que vive, frente al contexto social y político de su tiempo?
¿Es este también protagonista de su obra? De ser así, ¿cómo es la mirada del
autor, crítica con el Poder o complaciente? ¿Sus páginas serán bien acogidas
por los grupos dirigentes o tendrán que sortear los mil y un caminos de la
censura?
El diálogo con el mundo que toda obra
establece puede seguir cauces muy diversos. El artista puede optar por evadirse
de la realidad circundante bien a través de la fantasía, bien zambulléndose en
lo más íntimo y a la vez más universal de la condición humana -las emociones,
los sentimientos, los grandes interrogantes-, tal y como hace la mayor parte de
la literatura del Romanticismo. Puede en ocasiones enfrentarse a las
estructuras sociales, políticas y económicas para cuestionarlas, para
sacudirlas, como veremos en algunas de las obras seleccionadas en esta página.
O puede, en fin, convertirse incluso en un formidable dispositivo de propaganda
destinado a difundir y fortalecer un modelo social determinado (así el teatro barroco en España, por ejemplo... o la filmografía Disney, sin ir más lejos, a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX).
En esta constelación nos adentraremos en obras que
establecen un diálogo explícito con el Poder. El recorrido nos ofrece un repaso
histórico por la cultura Occidental (y un contrapunto africano), y nos acerca a
tres géneros diferentes: el teatro -Antígona,
de Sófocles y Pedro y el Capitán,de Mario Benedetti-,
la novela -Rebelión en la granja,de Orwell y Todo
se desmorona, de Chinua Achebe-,
y el ensayo -El
Príncipe, de Maquiavelo,
y Mujeres y poder. Un manifiesto, de Mary Beard.