"Profe,
¿puede ser un poeta de mi país?" Se refería Fabiano a si
podía elegir para el recital un poema de un autor de su país de
origen, Costa Rica. Tuve la intuición de que estaba pensando en uno
muy preciso. Acababa de plantearles la propuesta, y les había
llevado a clase un montón de libros de poemas y hasta alguna
antología personal fotocopiada. Caí en la cuenta de que había ahí
poetas de México, Perú, Argentina, Chile, Uruguay, Nicaragua...
pero ninguno de Costa Rica. "¡Por supuesto!", contesté.
"¿Y puedo sacar el móvil?" "¡Pues claro" Era
un tráfago de textos la clase. Iban leyendo, comentando,
intercambiando. Me pedían consejo. Les brillaban los ojos cuando
daban con unos versos que los sacudían.
Terminó
la clase y Fabiano vino a mí con su compañero Achraf. Fue este
quien habló, alborozado. "Profe, ya lo tengo. Este". Y me
pasó el móvil. Era un poema de Jorge Debravo, a quien yo no
conocía. Y estos sus versos.
Nocturno sin
patria
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.
Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire...
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie...
Y todos tienen su parcela de aire.
Yo no quiero un cuchillo en manos de la patria.
Ni un cuchillo ni un rifle para nadie:
la tierra es para todos,
como el aire.
Me gustaría tener manos enormes,
violentas y salvajes,
para arrancar fronteras una a una
y dejar de frontera solo el aire.
Que nadie tenga tierra
como tiene traje:
que todos tengan tierra
como tienen el aire.
Cogería las guerras de la punta
y no dejaría una en el paisaje
y abriría la tierra para todos
como si fuera el aire...
Que el aire no es de nadie, nadie, nadie...
Y todos tienen su parcela de aire.