Contaba
en una entrada anterior que había pedido a mis estudiantes de 4º
unos días para pensar cómo organizar las lecturas
compartidas de este curso, esas que han de hacer fuera del aula y a
su ritmo, pero sobre las que volveremos también de manera
colectiva y dialogada. Si algo había quedado claro tras un par de
sesiones de coloquio en la biblioteca era que a una gran mayoría no
le gustaba nada leer, mientras que otros muchos solo leían cuando
no tenían nada mejor que hacer, se lo mandaban en el instituto o,
por alguna razón difícil de prever, el libro que caía en sus manos
acababa por engancharlos. Había una minoría que se
declaraba muy lectora.
Descartada, por tanto, la posibilidad de proponer un solo título para toda la clase, habíamos consensuado que ofrecería una lista de cuatro o cinco títulos entre los que cada estudiante podría elegir lo que más encajara con sus preferencias y su competencia lectora.
Descartada, por tanto, la posibilidad de proponer un solo título para toda la clase, habíamos consensuado que ofrecería una lista de cuatro o cinco títulos entre los que cada estudiante podría elegir lo que más encajara con sus preferencias y su competencia lectora.
En
estas andaba cuando tuve noticia de que la profesora de Historia les
había mandado como lectura obligatoria para esta evaluación Si esto es un hombre, de
Primo Levi o El humo de Birkenau, de Liana Millu, y que la de
Valores Éticos había hecho lo propio con Ética para Amador.
Solo faltaba que yo añadiera un tercer título a la espera de que
también el profe de Biología, Economía o Inglés hiciera lo
propio. Lo más probable es que consiguiéramos abrumar a los no
lectores y sofocar el gusto por la lectura de quienes llegaban con un
hábito ya consolidado.
Año
tras año tratamos de consensuar las lecturas, de coordinar este
aspecto del Plan Lector del Centro, tanto en el seno de
cada equipo docente como en el departamento de Lengua (los
departamentos de Lenguas) a fin de que haya diversidad,
complementariedad y creciente grado de complejidad en el conjunto de
lecturas que se proponen a chicas y chicos a lo largo de la Secundaria
Obligatoria. Pero curso tras curso la mitad de la plantilla del
centro cambia y hay que comenzar otra vez, como Sísifo, desde el
principio.
No tenía otra que adaptarme a algo de lo ya propuesto a fin de reducir
el número de libros obligatorios y de enriquecer en la medida de lo
posible la perspectiva desde la que son abordados. Pacté así con la
profesora de Historia ampliar ligeramente la lista de títulos
posibles para esta evaluación- diseñando una pequeña constelación
en torno a la barbarie nazi- y de ir acordando de manera conjunta
para el resto del curso qué lecturas podíamos proponer de manera
interdisciplinar. Quizá no era mala fórmula empezar por aquí. Los
libros que giran en torno al nazismo siguen ejerciendo una atracción
innegable sobre los jóvenes lectores, aunque habrá que subrayar
más adelante que no fueron solo los judíos las víctimas de su
"limpieza racial". Y quizá para el segundo y tercer
trimestre podamos proponer otras lecturas que abordan otros episodios
de la historia de la Humanidad no menos vergonzantes y mucho más
silenciados.
Esta
fue, finalmente, la propuesta: Diario
de Ana Frank, Si
esto es un hombre, de
Primo Levi;
El
humo de Birkenau,
de Liana Millu;
Maus,
de Art Spigelman;
Paradero
desconocido, de
Kressmann Taylor; y
Reencuentro,
de
Fred Uhlman.